La Síndone de Turín es estudiada científicamente para conocer más sobre el hombre que aparece en ella. Los iconos han reflejado desde siglos su imagen.
La Sábana Santa que ahora se encuentra en Turín refleja la imagen de un crucificado, torturado de forma cruel, coronado con una corona de espinas, clavado en una cruz de manos y pies y al que han asestado una lanzada. Hay sangre en el lienzo, polen y una huella difícil de descifrar, ya que es un negativo.
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Según los estudios realizados por el Centro Nacional de Sindonología y en concreto según la tesis de Jorge Manuel Rodríguez Almenar, profesor en la Universidad de Valencia y presidente del Centro Español de Sindonología, podemos seguir el rastro de la Síndone desde que Pedro y Juan la recogen del sepulcro.

Hay textos que hablan de que se hallaba en Edesa una imagen de Jesús en un lienzo, doblada en ocho partes y que no era pintada por la mano humana, sino su propia imagen. Así pasan a llamarla: Aquiropita, Tetradiplon o Mandilion.
Según estos estudios la Síndone era venerada y expuesta, de manera que por sus dobleces solo podía verse el rostro. Colocada en un principio detrás de una toalla o manto de oración judío, con flecos y un recorte circular que dejaba ver el rostro. Esto sería reflejo de los primeros iconos Acheropita, donde encontramos el rostro de Cristo rodeado por una aureola y adelantándose a un paño de oración, según esta tesis este podría ser incluso el principio de las aureolas.


Sin duda Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Dios quiso que le conociéramos, que le viéramos, que comiéramos con Él. Esto lo hizo en un tiempo y lugar determinados. Sin dejar de ser totalmente Dios fue totalmente un hombre.
Todos tenemos en nuestro imaginario la imagen de Jesús que desde los primeros siglos ha tenido una serie de rasgos característicos. Es curioso como todos estos rasgos se comparten en los iconos: la nariz alargada, los ojos grandes, los cabellos ondulados a los lados, una barba partida en dos… y según el profesor Jorge Manuel Rodríguez la reproducción de un mismo modelo iconográfico en distintas partes del mundo y a través de las épocas era posible al tener un modelo único y real que servía de guía: la Sábana Santa.
Tenemos los rasgos físicos, muy visibles por ejemplo en el Pantocrátor del Sinaí, uno de los iconos más antiguos conservado, anterior a la época iconoclasta SVI. En esta imagen encontramos una clara asimetría en el rostro, una mejilla muy abultada que hace que, aunque Cristo mire de frente, lo veamos algo ladeado. Estas características no serían rasgos del rostro de Cristo, serían deformaciones por los golpes recibidos y que se pueden apreciar en la Sábana Santa.

Esto hace que los iconos traspasen la imagen sensible de Jesús y puedan mostrarlo en su divinidad, triunfante y a su vez reflejando su humanidad y redención.
Algunos de los volúmenes que forman las luces propios del icono de Cristo, que después se extienden a los iconos de los santos por su imitación a este, se copian de las líneas y dobleces que forman parte de las arrugas e hilos de la tela. Como es el caso de la luz del cuello, la arruga de la frente…

Estos estudios revelan que la imagen del icono es la verdadera imagen de Jesús, que por inspiración aparece transfigurada y convertida en luz.
A continuación te dejo este vídeo, por si deseas profundizar más en la información de la mano de Jorge Manuel Rodríguez Almenar.